Era inevitable que, en plena fiebre retro de recuperar viejas glorias televisivas de los años 80 y 90 del siglo pasado, una de las series familiares por excelencia de esa época no acabara contando con un remake, secuela, spin-of, season event o similares.
En el caso de Madres Forzosas se mezclan a partes iguales los conceptos de remake y secuela ya que la historia de las protagonistas es casi calcada a la que antaño sufrieran los protagonistas originales y, al mismo tiempo, los protagonistas de la serie son los mismos que entonces pero con el evidente paso de los años sobre sus espaldas y continúan las aventuras de hace tres décadas.
Con el morbo de la ausencia de las gemelas Olsen, que se negaron a participar y a las que se hace referencia en más de una ocasión, y el aliciente de volver a ver a los viejos protagonistas, aunque sea en contadas ocasiones, la serie no alcanza el mínimo de calidad requerible y es más bien regularcilla tirando a mala, aunque se digiere bastante bien en líneas generales. A ver, tiene sus momentos, entretiene y se deja ver. Además la baza de la nostalgia es un elemento muy potente. Pero es completamente prescindible.
El primer capitulo, que es un especial doble en el que se rompe la cuarta pared en más de una ocasión, y que sirve más de homenaje e introducción que como historia en sí misma, ya augura que lo que vendrá no será nada del otro mundo. Eso sí, en él tenemos el gustazo de ver a todos los protagonistas de la serie original juntos de nuevo, reviviendo frases y bromas que ya forman parte del imaginario popular.
Desde mi punto de vista, los grandes causantes de este decepcionante bajo nivel son los actores infantiles, que no hacen puñetera gracia y no le llegan a las suelas de los zapatos a las actrices que hoy día interpretan a sus madres, pero que hace 30 interpretaron los mismos roles que ellos. Es especialmente sangrante el caso de Elias Harger, que interpreta al mediano de los hijos de D.J. Tanner y al que, además de ser mal actor, le han cargado con un papel tan sumamente irritante y pasteloso que da nauseas cada vez que abre la boca.
También es cierto que puede ser que el tipo de humor que gasta la serie, muy similar al de la original, se haya quedado un poco desfasado en estos tiempos que corren.
Ahora llega la parte en la que saco mi vena más machista y confesaré que el motivo principal por el que aguanté viendo la serie hasta el final fue el regreso a la pequeña pantalla de Jodie Sweeting. La otrora entrañable Stephanie-"¡Qué grozero!"-Tanner se ha convertido en una mujer espectacular con poderosas razones para mantenernos pegados a la pantalla los veinte minutos que dura cada capitulo, algo que explotan en la serie sin rubor alguno.
Sí, ya se que esto no es políticamente correcto, pero al corazón se le antoja lo que al corazón se le antoja.
Además, no deja de ser curioso que, siendo la única de las protagonistas que había estado, más o menos, retirada de la interpretación, es la que ofrece una interpretación más que aceptable, junto con Candance Cameron.
Han sido solamente trece episodios esta primera temporada y, aunque al acabar no daba un duro por su renovación, parece que ha sido un éxito de audiencia y Netflix ha querido darle otra oportunidad, así que tendremos de vuelta a las chicas muy pronto. Además se rumorea que las Olsen volverán para algún cameo, lo que tendría su morbo. Esperemos que la segunda temporada suba el nivel y haga un poco de justicia a todo un clásico de las sitcoms de los 80-90.
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