Tarantino lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto 5 años después de la estupenda Kill Bill, olvidando la decepción de la incomprendida Grindhouse, y lo ha hecho por la puerta grande.
Malditos Bastardos es una delicia audiovisual que rezuma Tarantino en cada fotograma. Vuelven los filosóficos monólogos, los recursos comic, el pseudo-gore con buen gusto, la estética setentera y una historia que vapulea la Historia y la hace más divertida e interesante y al gusto de cualquiera con dos dedos de frente.
Por conseguir, Tarantino hasta consigue que Mike Myers resulte casi un actor serio y no desentone con el resto de un acertadísimo elenco de actores que, además, bordan sus papeles.
Mención especial para la banda sonora. Si con sus anteriores películas consiguió convertir las bandas sonoras en superventas, con esta no se quedará atrás.
Uno sale del cine satisfecho, encantado con la historia que le han contado y, en esta época de crisis en la que tendemos a seleccionar en qué nos vamos a gastar el dinero antes de comprar la entrada, convencidos de que ha sido un dinero bien gastado.
Resultado: en unos años, todo el mundo recordará el nombre de Aldo Raine igual que recuerdan a Vincent Vega, a Jackie Brown o a los “señores de colores” de Reservoir Dogs.
Lo mejor: El guión. La banda sonora. Los actores. El humor.
Lo peor: Quizás le sobre algo de metraje. No haber explotado más a algunos secundarios.
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