Si en algo se ha especializado Ronald Emmerich en los últimos años es en ser un DESTRUCTOR, con mayúsculas. Baste recordar Independence Day, El dia de mañana o Godzilla para entender a qué me refiero.
En 2012 ha perfeccionado su especialidad elevándola a la máxima potencia. 2012 es una orgía de destrucción y efectos visuales, sin precedentes, me atrevería a decir. Aunque también es cierto que, en ciertos momentos, las cosas pasan tan rápido que no nos da tiempo a disfrutarlas en todo su esplendor.
Y ahí se acaba todo. Es lo único que se aprovecha de sus 152 minutos de metraje. Los personajes principales resultan típicos, planos y sin carisma. De los secundarios ni hablo, algunos resultan sencillamente ridículos, al igual que la gran parte de los diálogos.
El guión es una recopilación perfecta de absolutamente todos los clichés de las películas catastrofistas, puestos en fila unos detrás de otros, perros y presidentes de color incluidos. Algunas situaciones son llevadas tan al extremo, que van más allá de lo inverosímil y resultan graciosas en vez de trepidantes.
Si en vez de pretender rodar un film, Emmerich decidiera rodar un documental sobre cómo podría ser el fin del mundo, sin necesidad de personajes ni una historia de fondo, el tema le podría salir bordado.
La película entretiene, eso está claro, pero le faltan demasiadas cosas importantes. Y desde luego, vale la pena verla en el cine para disfrutar al máximo de su potencia visual. Aunque, claro, esto no es importante para todo el mundo.
Lo mejor: Los efectos especiales son espectaculares.
Lo peor: Todo el guión. Los personajes en general y que algunos de ellos al final no la palmen.
Otra película de Emerich que no iré a ver al cine, por supuesto. Un saludo.
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