Si tenemos en cuenta que REC era una cinta que debía el 90% de su éxito a la originalidad de su propuesta, fresca e innovadora en el cine español (los aspectos técnicos y artísticos eran difíciles de valorar debido a su propia naturaleza de “documental”) era de temer que en su secuela la cosa se tambalease bastante por la pérdida del factor sorpresa.
Lejos de esto, Plaza y Balagueró han sabido perfectamente esquivar el punto débil de su nueva película y la han equilibrarlo dándole mayor profundidad a la historia, creando en el espectador el ansia de conocer más detalles sobre lo que está pasando en el edificio, que acaba por ser casi un personaje más dentro de la historia, y creando un relato de lo más interesante que mezcla ciencia y religión de forma quizás no muy convincente pero sí intrigante.
Desde mi punto de vista, la película es más que aceptable, aunque le sobra la parte grabada por los adolescentes que se cuelan en el edificio. Sus interpretaciones no son muy creíbles y la secuencias cámara en mano que, hasta ese momento permitían ver con suficiente claridad lo que está pasando, se convierten en un batiburrillo de luces y colores que marean al más pintado y me hicieron apartar la mirada de la pantalla en más de una ocasión.
Si eliminamos ese defecto, la película da lo que promete, acción, intensidad, sustos, sangre y, como no podría ser de otra forma, un final abierto.
Lo mejor: Desarrollar en la historia esa mezcla de mitología religiosa con la ciencia más básica.
Lo peor: La parte que es grabada por los adolescentes que se cuelan en el escenario de los hechos. Prescindible y molesta.