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martes, 7 de agosto de 2018

"TIBURÓN": Crítica de cine en pocas palabras


Y fue entonces, en 1975, cuando un jovencísimo y todavía algo inexperto Steven Spielberg llegó con una película que llenaría las salas de cine, vaciaría las playas y haría que vieramos a los tiburones de una manera muy diferente para el resto de nuestros días, además de convertirse, posiblemente, en el primer blockbuster de la historia.

Basada en una novela de Peter Benchley que se había publicado apenas un año antes del estreno de la película, Tiburón fue un fenómeno sin precedentes y se convirtió en una de las películas más importantes, tanto en la filmografía de su director, como de la propia historia del cine, sirviendo como referente para todas las películas sobre escualos que llegarían en las décadas siguientes, hasta nuestros días. Sin ir más lejos, en todas las películas sobre tiburones que he estado analizando esta semana podemos encontrar elementos y referencias directas a la obra de Spielberg.

Revisionada ahora, 43 años después de su estreno, la película mantiene casi intactos todos los elementos que hicieron de ella un éxito, quedando como únicos puntos negros (por decirlo de alguna forma) los artesanos y arcaicos efectos especiales y alguna que otra escena en la que los secundarios no dan la talla en sus interpretaciones.
Sin embargo, Spielberg, consciente de las limitaciones de la tecnología de la que disponía por aquel entonces, se hizo abanderado del lema del cine erótico, ese que dice que "es mucho más erótico insinuar que mostrar abiertamente" y sustituyó el erotismo por el terror y la inquietud. En los primeros tres cuartos de película apenas vemos al Gran Blanco, pero nos causará tanto temor o más que en el tramo final, cuando no duda en mostrarlo a plena luz del día en todo su esplendor.

Además, Spielberg, fiel a su estilo no pierde ocasión para incluir el mensaje moral de turno y deja bien claro quienes son los auténticos monstruos de la historia, representados aquí por el alcalde de la isla y los empresarios que prefieren poner en riesgo la vida de los bañistas antes que perder sus beneficios por el cierre de las playas. Más de 40 años depué, una realidad que sigue siendo de lo más actual.

Por lo demás, sigue siendo un magnífico guion, que inevitablemente nos hace recordar la historia de Moby Dick, y que se mueve como tiburón en el agua entre el cine de aventuras y el de terror, algo que consigue con su estupendo montaje y la ambientación con la impresionante banda sonora compuesta por John Williams, que combina cortes intensos e inquietantes, como el famoso tema central, con otros mucho más desenfadados y fantasiosos que se asemejan a algunas de sus composiciones futuras como las de E.T. El Extraterrestre, por ejemplo. 
Era, por cierto, la segunda colaboración de Spielberg con Williams tras la de Loca Evasión
Ambos, montaje y banda sonora se llevaron los Oscars en sus respectivas categorías, además del Oscar al Mejor Sonido. La película estuvo también nominada a la máxima categoría en dichos premios, pero no se llevó el galardón.

Lo mejor: La historia. El ritmo. La fotografía. La banda sonora. Las escenas de los ataques a los bañistas. El desarrollo de los personajes. Las interpretaciones del trío protagonista.

Lo peor: Los secundarios. Los tiburones de mentira dan mucho el cante a día de hoy.

Nota: 7,5/10

La frase: "Sonrie, hijo de puta"

 


Ficha en IMDB: https://www.imdb.com/title/tt0073195

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