El director David O. Russell vuelve a rodearse del reparto que tan buen resultado le dio hace unos años con El lado bueno de las cosas (Jennifer Lawrence, Robert De Niro y Bradley Cooper) y, una vez más, coloca a su actriz fetiche en boca de todos y optando, por cuarta vez, a un Oscar de la academia.
Lo malo es que, en esta ocasión, no consigue más que eso. Tras deslumbrar con la citada El lado bueno de las cosas y el pasado año con La gran estafa americana, Russel nos presenta una historia con poca chicha, con un inicio muy caótico que, aunque a medida que avanza gana algo de interés, no consigue acaparar la atención del espectador.
Salvo la destacable interpretación de Jennifer Lawrece en un papel con un interesante abanico de registros, la película tiene poco más que ofrecer y nos deja un sabor agridulce, acentuado por un final que se me antoja precipitado, previsible y con tan poca garra como el resto de la historia.
Nota: 5/10
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