Tras casi diez años apartado del cine de terror (como director) y centrado en la trilogía Spiderman, Sam Raimi vuelve a sus origenes de terror de serie B.
Aunque tal vez “terror” no sea la mejor forma de definir el género de este tipo de cine. Como ya hizo en Posesión Infernal y en sus secuelas, Raimi mezcla el horror con el humor de una forma única y consigue que el espectador no tenga claro si está viendo una comedia o un film de terror.
Una hora y media entretenida, sin más pretensiones que, sin embargo, puede quedar empañada por una historia sospechosamente similar a Maleficio de Stephen King (libro que os recomiendo, por cierto). Tanto su inicio, con venganza en forma de maldición gitana incluida, como su irónico final recuerdan demasiado al mencionado libro.
Lo mejor: La habilidad de Raimi para conseguir que las horrorosas situaciones de sus personajes resulten divertidas a los ojos del espectador.
Lo peor: Verla sin tener claro qué tipo de cine nos vamos a encontrar y esperar más de ella.
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